sábado, 22 de mayo de 2010

Carta abierta a Felipe Massa



Querido Felipe:


soy una de las muchísimas personas en el mundo que siguen la F1. No llevo mucho tiempo en esto, pues aunque en mi casa la hayan seguido desde que tengo uso de razón, no me interesé por ella, aunque suene típico, hasta que no me detuve a verla. Ni que decir tiene que me enganché, que la F1 se ha convertido en mi gran pasión. Si bien en 2006 vi algunas y en 2007 intentaba no perderme ninguna carrera, 2008 fue el primer año que seguí completo, desde los primeros rumores hasta el emocionante final del que tú, aunque no ganaste el campeonato, fuiste el protagonista. Desde ese año, tú, Felipe, eres una parte muy importante de esa pasión. Ese fue el año en que tu determinación me conquistó y acabé por unirme a los que te apoyan. ¿Cómo no iba a admirar a alguien que responde a las críticas demostrando que se equivocan con lo que piensan de él?


Curiosamente, el primer recuerdo que tengo de ti es la discusión que tuviste con Fernando (dicho sea de paso, mi incondicional desde siempre) antes del podio de Nurburgring debido a un lance de carrera de lo más normal, de los que se ven varias veces al año. Los míos y yo nos reíamos de tu "mal genio" en ese momento, pero al mismo tiempo y de una forma un tanto curiosa nos parecías hasta adorable. Bajito, con un rostro algo aniñado, aparentemente difícil de tomar en serio... pero cariñoso con los tuyos, el más querido del equipo. Una de esas personas que resulta imposible creer pueda caerle mal a alguien. Al mismo tiempo, parecías esconder mucho coraje detrás de unos ojos oscuros y profundos. Se notaba que vivías para lo que hacías. Yo siempre sonreía cuando ganabas carreras, porque explotabas de alegría de una forma casi literal, como si tuvieras tanto que demostrar en cada una de ellas que simplemente no podías contenerte.


El año siguiente empezó de forma descafeinada para ti. Dos carreras seguidas sin puntuar, y pese a que el mundial apenas acababa de empezar la opinión general ya te estaba descartando no solo de la lucha, sino del equipo. El "Massa no es un piloto Ferrari" era la declaración más escuchada del año. Lo primero que pensaba cuando la oía era: "¿Por qué? ¿tan pronto se puede decir eso de alguien?" (debo decirte que mi primera reacción ante este tipo de afirmaciones prematuras es opinar lo contrario, ¡no se si esto es una virtud o un defecto!). Esta pregunta quedó respondida de inmediato. ¡Qué remontada, Felipe! Ganaste sin pestañear la siguiente carrera y sin haber hecho pole, hiciste podio la que siguió, y luego ganaste otra más. Era como si dijeras: "mirad al piloto de Ferrari que decís que no soy". Quedé encandilada ante tu forma de responder a las críticas: con victorias. Ya no eras el piloto inestable y nervioso de Sauber, estabas madurando a pasos agigantados, ya quedaban muy lejos los choques, los coches rotos, las salidas de pista, los "saludos" a otros pilotos. No dabas excusas, no les echabas la culpa a los demás. Sólo ganabas. ¿Qué mejor respuesta que esa? Y no estabas solo, Felipe, porque aparte de tu afición y tu familia, tenías a tu lado a alguien que es tus ojos fuera de la pista, a alguien que sabe todo lo que pasa por tu cabeza. Tu ingeniero (y casi tu hermano) Rob Smedley, la voz de la razón cuando tu corazón se impone a tu cerebro; un carácter puramente británico que logra enfriar un poco tu sangre latina. Con su voz acompañándote por la radio pudiste hacerte con la pole en un circuito que siempre te había impuesto respeto, Mónaco; todos nos reímos bajo la lluvia de Malasia con su famoso "Felipe baby, stay cool" para aplacar tu enfado por una visera para el casco que no llegaba.


La lluvia nunca ha sido tu mejor aliada... Más tarde ese año demostraste que era tu debilidad, y en Silverstone se volvieron a alzar esas voces contra ti. Y en la siguiente carrera de nuevo volviste a remontar... hasta que tu motor dijo basta a tres vueltas del final. Diez valiosos puntos que empezaron a apartarte del liderato y a acercar a tu rival. Pero te los estabas ganando a todos, Felipe, todos hablaban de tu gran carrera en Hungría y de tu ritmo implacable antes de que tu motor desfalleciera. Tú no bajaste el ritmo, no pensabas en motores rotos ni trompos debidos a la lluvia: tu mente estaba puesta en puntuar, en ser mejor que tu rival en la lucha por el título.


Otros diez puntos se perdieron un poco más tarde con un error de tu equipo en un repostaje. Así es la F1, y tú, Felipe, lo sabrás bien como piloto que eres. Es una competición donde todo va a 300 por hora y en donde en ese año dos errores de equipo estaban acabando con todas tus posibilidades. Pero tú no te rendiste. Seguiste ganando. La gente que antes te había criticado ahora pedía que fueras jefe de filas dentro de Ferrari, pero tú dijiste que eso no era una decisión tuya, que sólo querías hacer lo mejor para tu equipo. Demostrando fuerza pero humildad, estabas a punto de hacer historia protagonizando uno de los mundiales más apretados que se recuerdan, un mundial cuyo desenlace llegó delante de los tuyos, en tu casa, Brasil. Dominaste de principio a fin: hiciste pole, aguantaste en la primera posición toda la carrera, hasta esa inolvidable última vuelta. Tú ya no podías hacer nada más; todo dependía de lo que hiciera tu rival. Debieron de ser los 38 segundos más felices de tu vida, en tu box saltaban y gritaban, y por eso, cuando te comunicaron que al final no eras campeón, te derrumbaste. Lloraste. Habías saboreado el mundial durante unos segundos para luego perderlo, y todo delante de los tuyos, en casa. Pero aunque seguro que lo que deseabas era huir del mundo, de las cámaras, de la afición, te quedaste. Les diste a todos las gracias, les dijiste que siempre les llevabas en tu corazón, aguantaste como un campeón, aunque un campeón destronado, y mientras tu rival celebraba el campeonato, tú celebrabas algo muy especial en el podio: una victoria delante de tu afición, una victoria no solo numérica, sino de superación, de dignidad, una demostración de cómo se gana y se pierde. Aunque no saldrás en las listas oficiales como ganador, para mí y seguro que muchos de nosotros lo eres, Felipe; porque sentimos que lo merecías, porque remontaste de forma magistral, porque ganaste muchas más carreras, y los errores que salieron de tus manos quedaron en el olvido y no significaron gran cosa al lado de las veces en que dominaste desde la salida hasta la bandera a cuadros. ¡Quedasteis a un solo punto, Felipe! un punto que se llevó tu rival porque otro piloto tuvo problemas con las ruedas en la última curva. Y no es que tu rival no hubiera hecho un gran año, porque lo hizo, y además supo aguantar esa la última curva sin que la presión le venciera, pero ¡qué diferente hubiera sido todo si no se hubiera roto el motor de tu Ferrari en Hungría, o ese semáforo hubiera funcionado como era debido en Singapur!


A principios de 2009, todos aquellos que sospechábamos que querrías tu "venganza" esperábamos que este fuera, por fin, el año donde obtendrías lo que el destino y la imposibilidad de predicción de las carreras te habían arrebatado la pasada temporada. ¿Qué efecto podría tener en ti el haber estado a punto de ganar un mundial, si cuando estabas a punto de ganar una carrera ganabas la siguiente? Pero dicha imposibilidad de predicción hizo de nuevo acto de presencia; tu coche no iba tan bien como te hubiera gustado, y un equipo surgido de la desaparición de otro se convirtió en el rival imposible de batir. Veías cómo, pese a todo lo que quedaba de mundial, éste ya se te estaba escapando de las manos.


Entonces llegó la clasificación de Hungría, un gran premio en el que tu equipo había puesto muchas ilusiones de mejorar. Otro sábado más, otra clasificación más, y ni yo ni los que me acompañaban delante del televisor nos esperábamos lo que iba a ocurrir. Pasó todo tan deprisa; hacías tu vuelta en la Q2, y de repente tu coche estaba clavado en la barrera de neumáticos. Te aseguro que durante el primer instante pensé que de un momento a otro saldrías del coche, enfadado, frustrado, como siempre que cometes un error, y medio sonreí al imaginar tu cara de decepción, porque eso significaría que luego intentarías darlo todo en carrera. Pero cuando vimos la cara preocupada de tu ingeniero, cuando pasaban los minutos y no salías, a todos se nos encogió el corazón. Algo terrible estaba pasando. Las huellas de la frenada, larguísimas, hasta que impactaste, no indicaban un accidente normal. Quiso la casualidad que ese día me esperase un viaje en coche justo en ese momento, y en él íbamos los míos y yo, con la radio puesta, esperando en silencio. En un momento de debilidad, cuando las especulaciones bombardeaban la retransmisión y la falta de noticias concretas nos llenó de horror, me sorprendí pensando que no era justo que te pasara nada, que ibas a ser padre. Los momentos transcurridos hasta que nos llegaron por fin noticias se hicieron eternos. Tu imagen después del accidente nos dio escalofríos; tu casco había quedado destrozado por un muelle que se había caído de otro coche, un objeto no más largo que el dedo de una mano que en otras circunstancias hubiera pasado desapercibido, pero quiso la fatídica casualidad que te cayera justo a ti. No sabíamos de qué fuente fiarnos, pues en momentos así todos hablan y las cosas nos llegaban amplificadas cien veces. No sabíamos si estabas consciente o no, ni de quién había sido la culpa. Ya se dice que las cosas nunca son tan malas como aparentan; dijeron que estabas bien, tan sólo dolorido y conmocionado. Este dicho esta vez no sirvió, pues las noticias que nos llegaron horas más tarde dieron un tremendo revés a todo. Los médicos tuvieron que operarte, dijeron que tu estado era muy delicado, que podría haber daños graves pero que no se sabía de qué índole. Tu mujer lloraba abrazada a tu padre, delante de las cámaras, y nos pedía que deseáramos con todas nuestras fuerzas tu recuperación. Pese a su estado, cogió un avión para estar a tu lado, junto a tu familia.


Al día siguiente, en el circuito, resultaba desolador ver tu garaje vacío. Recuerdo que, aunque Fernando había hecho la pole (¡aunque luego no tendría tanta suerte por culpa de una tuerca!), yo no podía sino pensar en ti. Delante de las cámaras, tu ingeniero sostenía un cartel para darte fuerzas, acompañado por todos los mecánicos, la gente que carrera tras carrera se asegura de que tu coche siempre está a tu gusto. Mientras tú dormías, el mensaje "Felipe, siamos con te" dio la vuelta al mundo y se puso en boca de miles de aficionados, apareció en miles de blogs y foros de Internet.


Cuando despertaste dos días después, ya eras el de siempre. No recordabas nada, solo pensabas que la pole podría haber sido tuya. Incluso asombraste a los doctores que, aunque optimistas, tenían sus reservas sobre las secuelas que pudieran quedarte. Las noticias de que tu recuperación estaba siendo muy satisfactoria nos iban llegando día a día, y yo no podía esperar mucho más hasta el día en que te viera salir del hospital, rodeado, cómo no, por decenas de fotógrafos. Y cuando te vi saludar a las cámaras, pulgares arriba, cansado pero sonriente, yo pensé: "Ese es mi Felipe. Un luchador". En ese momento, al verte salir por tu propio pie, no me importaban los rumores que pudieran surgir a lo largo del año de si tu relación con Fernando iba a ser imposible o conflictiva. Más de una vez ese verano bromeé diciendo que no me importaba que os tirarais de los pelos... porque me iba a contentar con verte correr, con verte ahí con los demás, cuando podrías no haber estado.


Meses después, lo único que dejaba constancia de lo que había ocurrido, aparte de las imágenes y los ríos de tinta escritos a lo largo del mundo, era una cicatriz en tu rostro. Te vimos en el gran premio de tu casa, sonriente, abrazando a todo el mundo, pero algo en tu mirada delataba que te hubieras cambiado por cualquiera que estuviera en ese momento en pista. La espera llegó a su fin para ti, y cuando te tocó probar que estabas en forma pudiste volver a conducir un coche de F1, volver a hacer lo que siempre has dicho que es tu vida desde que eras un niño. Sólo habían pasado cuatro meses, pero te habían parecido una eternidad. Podías volver a sentir el torrente de adrenalina en tus venas, la velocidad vibrando en todo tu cuerpo, solos el coche y tú; como únicos sonidos el motor, tu propia respiración, tu corazón retumbando en tus oídos. ¿Verdad que lo echabas de menos, Felipe? La sonrisa en tu cara lo decía todo; habías vuelto, te sentías el mismo que antes de tener el accidente. Y sin embargo muchos cambios se estaban llevando a cabo en tu vida: por esa misma época vino al mundo tu primer hijo, Felipinho, al que seguro que estáis dando todo vuestro cariño Rafaella y tú; casi al mismo tiempo se confirmaba que mi incondicional Fernando iba a ser compañero tuyo en Ferrari la siguiente temporada. ¡Qué ilusionada estaba, y seguro que no era la única! Tus ganas de luchar y su enorme talento me hacían soñar con podios y un mundial muy disputado. Ya no podía esperar más a que llegaran los primeros tests. Y seguro que tú menos que nadie.


Empezaba una nueva etapa, y sabías que muchas miradas estaban fijas en ti. ¡Cómo nos sorprendiste! No solo estabas en forma, sino que superaste a tu compañero, mi incondicional Fernando, un par de veces. Pero los aficionados, incluida yo, no íbamos a respirar tranquilos hasta verte en carrera, hasta que nos demostraras que seguías ahí. ¡Y de qué manera empezaste! Tu equipo hizo un doblete y nos llenó de alegría a todos los que tenemos puesta nuestra ilusión en esa combinación que curiosamente lleva tres efes, Ferrari-Fernando-Felipe. Pero este año ha vuelto a atacar la imposibilidad de predicción de las carreras, y dos bólidos azules surgidos de las manos de un genio os están empezando a ganar la guerra... pero ninguna guerra se gana en dos meses y sin haber sacado todas las armas. Todavía quedan muchas batallas.


Sin embargo, echo de menos algo. Echo de menos tus luchas en pista. Mantienes tu posición tan bien como siempre y no lo haces nada mal en clasificación, pero en nuestra posición privilegiada delante de la televisión, que siempre se presta a mostrar una realidad muy relativa, surge la sensación de que apenas has presionado a tus rivales. Reconozco, Felipe, que a mí y a muchos de tus seguidores nos gustaría saber qué pasa por tu cabeza. Dices que no te sientes diferente, pero los que te apreciamos no podemos evitar ver algo extraño en tu mirada, como si te estuvieras alejando. O quizá es solo una inoportuna paranoia colectiva que empieza a contagiarse, un sentimiento de inestabilidad creado por un accidente que quizá te haya afectado más de lo que piensas, el hecho de ser padre y un miedo inconsciente a la pista, la llegada de tu esperadísimo compañero de equipo y la tremenda competitividad de los bólidos azules. Claro que para los que no nos subimos a ese coche hablar es muy fácil, también lo es opinar y hacer conjeturas. Y por eso, Felipe, los rumores están empezando a atacarte de nuevo. En un mundo tan competitivo como el de la F1, siempre se quiere al mejor del año en el mejor equipo de la historia; no es la primera vez que se vinculan a pilotos destacados con Ferrari, algo que a veces se cumple, y otras veces se queda en un simple rumor. Ya te quisieron echar a principios de 2008, ¿recuerdas? En la F1, a veces un solo error vale más que quince victorias, porque se da por sentado que si tienes quince victorias o estás en tal equipo no puedes cometer errores. Y eso no es verdad, porque los coches siguen siendo conducidos por personas, seres humanos con ganas de demostrar muchas cosas pero también llenos de debilidades y momentos no tan brillantes.


Ya voy llegando al final de esta especie de carta abierta, Felipe. Empezaste el año con un podio por primera vez desde que llegaste a la F1, no has abandonado y has rascado puntos en todas las carreras que llevamos, y aún así hay gente que se empeña en verte fuera de Ferrari. ¿Entiendes esa forma de ver las cosas, Felipe? Porque la verdad es que yo no. Dicen que nunca llueve a gusto de todos, y como tu mismo dijiste una vez, Felipe; "En F1, las cosas van muy deprisa: a lo mejor hoy eres el rey, pero mañana dicen que eres tonto". No sé si es debido a todo lo que te ha pasado, o a las comparaciones un tanto odiosas y lo que leo casi a diario, pero yo he tenido momentos en que he dudado de ti, Felipe. No me enorgullezco de ello, aunque no hay nada tan humano como dudar, y muchas veces mis debilidades y miedos son más fuertes que yo misma. Pero cuando me asaltan las dudas, Felipe, sólo tengo que darme cuenta de que te has subido al coche como si nunca hubieras sufrido el accidente, y para eso hay que estar hecho de algo especial. Si miro nueve meses atrás, solo me hace falta recordar lo asustada que estaba aquel fin de semana de julio y cómo nos asombraste a todos saliendo adelante. Si me remonto un poco más atrás, al año 2008, recuerdo mi sonrisa de satisfacción cuando callaste con tus victorias a todos los que te veían fuera de Ferrari. Y si voy aún más lejos, recuerdo lo que leí sobre tus primeros años intentando llegar a la F1, las largas noches lejos de los tuyos que pasabas en aquel garaje de Italia, sintiéndote muy solo, pero dispuesto a darlo todo para demostrar tu valía. O cómo cuestionaste la autoridad del mismísimo Todt cuando eras piloto de pruebas cogiendo sin permiso el coche de repuesto, ganándote una buena represalia... pero también su respeto. Y recordando todo esto, descubro cuáles son los motivos por los que te voy a apoyar hasta el final y nunca más voy a dudar de ti.


No puedo esperar a Turquía. Sé lo especial que es Istanbul Park para ti; fue el primer circuito en que ganaste allá por 2006, batiendo a tu compañero por aquel entonces, todo un siete veces campeón del mundo nada menos. Apenas podías creértelo, emocionado y pletórico en el primer cajón del podio. Y te gustó tanto que repetiste el año siguiente, y el siguiente. Y si bien es cierto que espero ansiosa el momento de volver a verte en lo alto delante del público de Turquía, si este año no tuvieras suerte, yo voy a seguir apoyándote, porque sé que las cosas han cambiado mucho desde la última vez que tomaste la curva 8. Pero Turquía es tu circuito, y no solo las estadísticas están de tu parte, sino también tus actuaciones sobre la pista. Es tu gran oportunidad para demostrarnos a todos que sigues aquí, con tu público, y dándolo todo cada vez que coges el Ferrari. Quiero volver a llorar por ti, pero no de preocupación como en julio cuando te ingresaron, sino de alegría al verte triunfar.


Te toca mover pieza a ti. Tienes un gran campeón al lado, Felipe. Y en vez de temerle, de sentirte abrumado, puedes aprender muchas cosas de él, como lo hiciste en su día de Schumacher. E incluso enseñarle otras (¡ya ha dicho Fernando que nadie gestiona las curvas como tú!). Aprovéchalo, lograd grandes cosas juntos. Demostradles a todos que sois el equipo que hay que temer, porque el vuestro es un equipo capaz de renacer de sus cenizas, de enmendar los errores hasta renegarlos al olvido. Y tú, Felipe, demuéstrale al mundo que si estás en Ferrari es por algo. No dejes que la presión y los rumores puedan con tu fuerza de voluntad, y demuestra también eso que una vez dijiste, algo que se ha convertido en una de mis frases predilectas: "Si alguien no confía en ti, demuestra lo que vales; así cambiará de opinión". Estás a tiempo de demostrarlo. Todavía nos debes un mundial, pero este, que sea de verdad. Podemos esperar lo que haga falta.



Forza, Felipe!


Siempre contigo,

una enfermita de la F1.









Una semana de dudas, párrafos enteros borrados, periódicos viejos para documentarme con tal de poner un poco de objetividad a mi reivindicación, y todo volcando el corazón con cada frase.
Y aun así no sé si está todo lo bien que me gustaría, soy una perfeccionista...
Espero que os haya gustado, a los que se hayan atrevido a leer semejante tocho...
Dentro de poco va otra carta para otra persona, pero es una sorpresa ;)

12 comentarios:

  1. *lagrimita*

    En serio, esta es de esas ocasiones únicas en las que me quedo muda.

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  2. me dejas sin habla, cari. Lo unico que puedo decir es esas dos palabras que ya conoces. Y que cosas así son las que me hacen estar orgulloso de sentirlo ^____^

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  3. Gracias Noe. Es un placer leer esta entrada. Enhorabuena¡¡¡¡¡¡¡
    Ladyf1

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  4. me encanta noe!!! de verdad me ha llegado, tu te abres demasiado, y eso me gusta, tu si eres una fan, me da pena decir que yo lo soy!!! tambien veo la f1 desde 2007 pero no me comprometo con ningun piloto como lo haces tu!! si felipe leyera esto llora de verdad, son muy lindas palabras..:)

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  5. creo que ese sentimento por felipe lo sentimos muchos que lo apoyamos y nos preocupamos por el aquel dia fatal pero de verdad espero puedas hacerle llegar esto a felipe

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  6. Gracias gente... :)
    ¿quien eres, anonimo? curiosidad ;)
    Anda que me encantaria hacerselo llegar, aunque me muero de verguenza, jejeje. Pero solo se traducirlo al ingles...

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  7. Te ha quedado genial... se nota que está escrita desde el corazón, que es la mejor manera de que salgan las palabras. Me gusta ver que tu periodo de dudas sobre Felipe está completamente terminado :)

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  8. Estimada Izumi,
    He de decirte que Massa no es el piloto que tenga en gran consideración, pero después de leer el cariño que le profesas, quizás tenga que mirarlo con otros ojos. Su situación actual es algo complicada, ya que se acaba el contrato y eso junto a ser padre creo que son los factores importantes en esta campaña (Don Enzo creo que dijo algo así como El piloto que tiene un hijo, pierde medio segundo por vuelta). También tiene el hándicap de que ha estado 4 años en Ferrari y no ha ganado, mientras que sus compañeros si lo hicieron. Y aunque parezca duro esto es un negocio donde si no rindes como quieren te tiran rápidamente (recuerda el final de la temporada pasada). Si me permites un consejo de un viejo “No pongas tus esperanzas en ningún piloto, en ningún ingeniero, en ninguna escudería, solo disfruta de las carreras y de los diseños”. Ahora que ya lo has leído, ya lo puedes olvidar totalmente por que los consejos no sirven de nada.

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  9. Ya se que es un mundo muyyy duro, pero no es motivo para no seguir admirandole y no olvidarle jamas cuando llegue el dia en que como todo deportista tenga que retirarse. Que espero este muy lejano ;) Como bien dices, a disfrutar de las carreras. Gracias por pasarte.

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  10. Noe solo puedo decirte... VIVA LA MADRE QUE TE PARIO. ¡Que carta tan bonita!

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Todos los comentarios son bienvenidos, pero el respeto y la educación son muy bonitos (y el culo de Trulli también)