
Hace una semana, si me llegan a decir que Kubica iba a estar tan bien hoy...
probablemente me lo hubiera creído.En el momento en que ocurrió todo, el miedo no te lo quitaba nadie. Pero, como para quitarle hierro al asunto, siempre decíamos "es un piloto de F1"... Por supuesto, el miedo seguía ahí, porque pese a la típica broma de que parecen estar hechos de otra pasta, siguen siendo personas, y el cuerpo es el cuerpo.
Ahora, una semana después del terrible accidente de Kubica, me estoy preguntando (permitidme la licencia poética):
¿realmente son personas?
Ya Felipe en 2009 estuvo en ese tris. Cuando ya su vida no corría peligro, todos nos llegamos a imaginar que se retiraría (aunque algunos nos negáramos a asumirlo) porque era incapaz de coger un coche. Y qué decir de Mika Hakkinen. Estuvo un año fuera de las carreras, casi deshauciado... y cuando volvió, ganó un mundial.

Y ahora Kubica.
Seguro que no fui la única: el fin de semana pasado, muchos rememoramos el accidente de Felipe en 2009. Aquel día deseamos no tener que volver a vivir algo así (ya sin tener que ver con si es dentro o fuera de la F1). Y es que hay muchos paralelismos. Ya no sólo por la casi calcada reacción de los medios (se dijeron muchas burradas y salieron rumores catastróficos convertidos en noticia; se empezó a elucubrar con sustitutos cuando el piloto ni siquiera había recuperado el conocimiento, demostrando una falta de tacto digna de un robot oxidado) y sin meterme a analizar gravedad, etc. (son accidentes completamente diferentes en ese sentido) sino por cómo se resolvió todo: ocurre el accidente, se cuelan fotógrafos donde no deberían para vender fotos escabrosas. Los medios más afines a buitres carroñeros ya se ponen a hablar de sustitutos. Los médicos recomiendan precaución. Todos tememos que nada volverá a ser como antes para el piloto. El piloto se recupera en tiempo record y esos supuestos daños irreversibles no eran tales...
Volver a vivir toda esa incertidumbre, pasar ese mal rato de nuevo.
Nadie daba un duro por ellos... Hakkinen estuvo en coma, de Felipe se dijo que no volvería a ver por el ojo izquierdo, y de Kubica, ya sabemos todos, se dijo que nunca volvería a conducir porque su mano había quedado destrozada. Pero Hakkinen volvió, Felipe volvió, y Kubica seguro que va a volver. Porque con la misma mano que en un principio corría peligro de amputación ya estaba moviendo los dedos esa misma noche, tras una operación de muchas horas, milimétrica, un milagro de la medicina. Y los médicos, admirados. Según algunas fuentes llegó al hospital en un estado deplorable que hacía pensar lo irreversible. A los cuatro días ya estaba concediendo entrevistas.
Son héroes. Son héroes no por dedicarse a un deporte peligroso, sino por estar pendientes de un hilo y salir adelante de la forma en que lo hacen. Cualquier otra persona después de un trago así diría "lo dejo"... pero
ellos regresan más fuertes que nunca. Son héroes, héroes que dejan asombrados a los mismísimos médicos.
Esa misma semana, vi por televisión el caso de un piloto español, paralizado de cintura para abajo por un accidente de esquí, que ha quedado subcampeón en una de las tantas categorías de rallies. Esa condición de por vida no le impidió cumplir su sueño. Y tantos otros casos similares que existen.
Por un tanto que se rinde, hay otro tanto que sale adelante.Esa gente, esos héroes, hacen que, pese a mis tendencias un tanto "antisociales",
admire profundamente al ser humano. Pero sobre todo, me hacen sentir estúpida. Estúpida por pensar que hay cosas que nunca podré superar y quejarme por tonterías, por hacer un mundo de una cosa ínfima.
Mika, Felipe, y ahora Robert...
Dan ganas de
aprender de ellos.
Cada día los
admiro más.
(y una vez más os remito a
este maravilloso artículo de Javier Rubio)