sábado, 14 de agosto de 2010

Si pudiera...





Si pudiera, cogería un vuelo a Brasil, pese a mi escasos conocimientos de portugués, porque con mi nivel de inglés seguro que no tendría problemas. Si pudiera, quedaría con Felipe en una cafetería tranquila, y primero le diría que no se asuste, que sólo soy una admiradora más con un nivel difícilmente superable de sensiblonería y cierta neurosis (¿quién no?). Si pudiera, pediríamos su bebida favorita, charlaríamos un rato, sobre él, sus cosas, qué tiempo hace.

Si pudiera, le daría una colleja de las cariñosas, le diría que tuviese en cuenta sus limitaciones, que eso no significaba quedarse siempre en segundo plano, sino saber cuándo ya lo has dado todo y cuándo sabes que puedes dar más. Y después de que me echara una mirada asesina, le diría que pensara antes de actuar, que sé que a 300 por hora es difícil, pero que ahí es donde radica la profesionalidad, y que él la tiene, porque por algo sigue en Ferrari desde hace tanto tiempo.

Si después pudieramos seguir hablando, recordaríamos sus inicios, esas salidas de pista, esas broncas de Peter Sauber ante ese huracán joven y descontrolado que buscaba desesperadamente los puntos. Si pudiera, repasaria el primer año en Ferrari, la primera pole y la primera victoria, las primeras lecciones que recibió de los grandes, esas primeras sensaciones.

Si pudiera, luego repasaría las mejores imágenes de 2008, cuando la gente que pedía a gritos su marcha de ese equipo que le quedaba tan grande se quedó sin saber qué decir.
Si pudiera, le leería todos los mensajes de apoyo que recibió mientras se recuperaba de su accidente, los que le animaban a recuperarse, los que decían que confiaban en su vuelta, los que simplemente afirmaban que volvería, con un "nos vemos pronto".

Si pudiera, le diría que las carreras son así, que a veces es injusto, pero que vale la pena por los grandes momentos. Le diria que aunque lo dijera el gran Senna, ser el segundo no es ser el primero de los perdedores, sino que es el escalón que va antes de ser primero.

Si pudiera, le diría que hiciera todo lo posible por superarse, que no se deje cegar por las prisas, por la desesperación. Le diría sinceramente que no le haga caso a las críticas destructivas porque la gente que realmente te aprecia no te tira piedras y luego esconde la mano, ni te quiere sólo cuando ganas y te desprecia cuando pierdes, ni te condena cuando cometes una estupidez, sino que te da una colleja cariñosa (como hubiera hecho yo a mi llegada, si pudiera) y luego te anima a seguir adelante.
Si pudiera, le diría que ignorara esa calaña en papel que insulta a su inteligencia, a su integridad, que se atreve a meter a su pequeño Felipinho en el ajo insinuando que crecerá sin valores, ya que esa gente no merece ni que se les preste atención, porque sólo quiere vender periódicos y tú no les importas, ni tampoco el deporte, ni el espectáculo.

Si pudiera, le diría que confiara en los suyos, pero que la última palabra siempre la tendrá él mismo. Le diría que no se apresurara en juzgar ni en actuar, que aprovechara toda su energía, sus ganas de luchar, que las convirtiera en algo positivo. Le preguntaría, ¿en quién confiabas ese año en que rozaste la gloria, o el año en que por primera vez tuviste asiento oficial? ¿En qué pensabas cuando dormías solo en aquel garaje mientras hacías el trabajo sucio, qué era lo que te impulsaba a seguir? Le diría que siguiera a su corazón, pero siempre y cuando su mente sea su consejero, porque a veces no podemos confiar en lo que el corazón nos dice sin un filtro apropiado de sabiduría.


Si pudiera, le diría que hiciera memoria, que recordara el momento en que recibió a Rob como ingeniero, el momento en que inmediatamente hizo su primer podio gracias a sus consejos; le pediría que intente recordar qué sintió, en qué sintió que había cambiado. Le diría que el secreto de esas famosas cuatro décimas que necesita no está en ofuscarse, sino en focalizar.


Si pudiera, le diría que no guarde rencor, nunca; le diría que aprenda de los errores y los fracasos, pero también de los logros. Le daría un consejo, y es que el secreto no está en los celos, en la falta de confianza, sino en el afán de superación que tanto le ha caracterizado siempre y por el cual le admiro.
Si pudiera, le diría que no se desespere, que su momento va a llegar tarde o temprano, pero que no puede ser impaciente, que tiene que ganárselo poco a poco. Le diría que lo esperara con paciencia, que usara el orgullo para seguir adelante y no como arma, porque en ocasiones es un arma con retroceso.

Si pudiera, le diría que sus admiradores sabemos esperar, pero que no olvide que nos debe un mundial, o al menos, luchar por él.
Si pudiera, me despediría de él con una palmada en la espalda, y luego, antes de marcharme, le daría un abrazo, un abrazo sincero de esos que dicen "todo va a ir bien".


Pero como no puedo, porque después de todo solo soy una más de las cientos de personas anónimas que le apoyan carrera tras carrera, me he de conformar con escribir estas palabras esperando que alguien las comparta, las rebata, o simplemente las disfrute.



Felipe, ánimo.

Ahora, más que nunca, no te rindas y sé fuerte. Haznos sentir orgullosos.








Y esto es ya lo último* que pienso decir sobre el tema hasta que llegue el Día F. F de FIA, de Ferrari y ... de follón.



*En seeeerio...

3 comentarios:

  1. Hay una diferencia entre obsesionarse y vivirlo. y tu lo vives. Si despues de esto no queda claro...

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  2. Pensaré en que todo en la Formula 1 trae revanchas, y falta la de Felipe.

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  3. Tenemos la tendencia a simplificar y penasr que la gente es como alguna de sus conductas (si matas un perro, te llaman mataperros); creo que Felipe es una persona como cualquier otra, con sus sentimientos positivos y negativos, con sus virtudes y defectos y, tal y como es, a mí me gusta: por eso, Noe, siempre comparto tus posts de apoyo a este gran pilotos. Por cierto, no te resistas, no merece la pena... posiblemente harás algún otro precioso homenaje a Felipe y nosotros/as estermos encantadas/os de leerlo.

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Todos los comentarios son bienvenidos, pero el respeto y la educación son muy bonitos (y el culo de Trulli también)